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sábado, 11 de mayo de 2013

EL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SANZOLES DEL VINO




La iglesia de Sanzoles presenta en su interior un retablo  apreciable que desde estas escasas líneas intentaremos explicar para su mejor comprensión.
Podemos afirmar que el retablo es anterior a la construcción de la iglesia.
La construcción de este tipo de retablos se sitúa entre el 1600 y el 1750, siendo levantada la iglesia ya en el siglo XIX como lo indica la portada norte.
Sin la consulta de archivos, que sería preceptivo, podemos suponer que este retablo procede de la anterior iglesia existente en el municipio (algunos documentos hablan de tres), con cabecera de menor tamaño.
Los retablos se constituyen cono un mueble para el culto en el que se ubican imágenes. Situado en el lugar más destacado, detrás del altar “retro tabulum” tabla posterior. Es en el barroco, siglos XVII y XVIII cuando evolucionan hasta llegar a su mayor profusión artística con los camarines como el de la iglesia de Bamba.
Los retablos fueron realizados de piedra, estuco, pero sobre todo de madera, que permitían gruesas tallas, ser pintados y dorados deslumbrando al espectador. Evolucionaron también reduciendo figuras y dando mayor protagonismo al manifestador que se eleva a la zona central, dando más importancia a la eucaristía.
La madera más común era el pino pero también se realizaban en castaño, nogal, roble, peral u otras maderas de la zona por su economía y mejor comportamiento.
La escasa luz que los iluminaba, cuando no eran velas, sus formas ondulantes y doradas, destellantes, sumergían al visitante en una atmósfera que colaboraba con la espiritualidad del discurso. La ilusión, teatralidad y los contrastes del barroco se consiguen con verdadero efectismo.

Los retablos barrocos constituyen una de las muestras más importantes del arte español de todos los tiempos, y a pesar de su descrédito con los ilustrados y los múltiples incendios, son muchos los que han llegado a nosotros. El Concilio de Trento vino a refrendar la importancia de las imágenes  que aproximan al orante a la religiosidad sin sustituir al representado.
El retablo de la iglesia de San Zoilo de Sanzoles del Vino, en Zamora, es de madera, churrigueresco, como todos estos retablos, se ordena arquitectonicamente en horizontal con el banco o predela, dos cuerpos y el ático. En vertical se dispone en tres calles.
El banco original no existe. Probablemente con la construcción de la nueva iglesia, se trasladaron los cuerpos superiores pero el banco, zona inferior hasta la altura del altar, no pudo recuperarse. El actual está construido de fábrica de ladrillo enfoscado y pintado, en fotos antiguas se puede apreciar que, aunque con pintura imitación a mármol negro, también era de mortero.

El primer cuerpo presenta cuatro plintos salientes, generando tres huecos rehundidos, en el central se ubica el sagrario, en los otros dos se disponen santos al nivel de la mesa.
Los plintos están decorados en la zona inferior con pequeño zócalo, y en la superior con filete de baquetón dorado, friso negro, con moldura dorada, cornisa corrida decorada en su parte inferior con ovas, también doradas, ménsula central y en los costados con decoración vegetal, calada, con colgante de hojas hacia el centro de la peana, apoyadas en placas recortadas sobre entrepaños rehundidos con moldura de cuarto de bocel dorada. El marco de las peanas es de color granate imitando los mármoles Rojo Emperador, y el fondo de los entrepaños y el frente y plano superior de  las cornisas en imitación del mármol negro.  

En el segundo cuerpo predominan las columnas salomónicas. Cuatro, destacan del conjunto por su tamaño, relieve acabado. Sobre basa ática, idéntica a la empleada por Bernini en el Baldaquino de Roma en 1630. El fuste negro entorchado que eleva al orante como la llama de una vela. Todo él decorado con vides pámpanos y racimos, que cuelgan maduros desde sus varas enrolladas llenas de hojas contorneadas y llamativas. La representación del paraíso y frutos que nos aportan el vino símbolo fundamental del cristianismo. Sobre el fuste, capitel corintio con entablamento, fino arquitrave rematado en moldura de talón decorada, friso con canecillos vegetales dorados, entrepaños pintados enmarcados en rojo y centro en negro. Cornisa con moldura de ovas doradas, voladizo en negro y fino cimacio de nuevo dorado.
 Las calles exteriores de este  cuerpo presentan hornacinas con arco de medio punto enmarcadas exteriormente con una moldura que parte el espacio entre los bordes exteriores y el nicho. En la zona inferior o peana se remata con moldura pintada en relieve de placas recortadas, y en la parte superior con un florón vegetal o mascarón florido. En la calle central se repite todo de mayor tamaño por tener mayor ancho que las laterales. En el nicho central se sitúa el patrono del pueblo.

Sobre la mesa, cubriendo el sagrario, un manifestador con columnas toscanas y arquitrave. El manifestador, neoclásico, austero,  aporta protagonismo al sagrario y a la eucaristía realzando este elemento sobre el resto de los que componen el retablo y sirve de peana al santo patrón.
Las tres hornacinas están marcadas en su parte curva por cuatro casetones la central y tres las laterales, pintados imitando mármoles. Los laterales también decorados con entrepaños. El fondo pintado. El central con cuatro ángeles querubines que rodean y admiran al santo. El arco del nicho central se remata lateralmente con dos columnas en estípite recto con motivos vegetales con su capitel. Se prolongan hacia el techo con moldura elaborada cerrando un plano pintado en imitación mármol rojo.
El tercer cuerpo o ático tiene el remate en cornisa sobre las columnas. El entrepaño alargado decorado con pintura de vegetales simétricos configurando una cenefa corrida. Al frente las peanas sobre columnas vuelven a tener marco rojo, entrepaño negro y apliques vegetales colgantes dorados. Sobre las columnas de los extremos, dos remates torneados con soles, símbolos celestiales y marianos.
El cuerpo central se eleva una altura más con columnas apilastradas en estípite, nuevamente pintadas enmarcadas en rojo e interior negro y sobre los tres lados apliques colgantes de frutos y hojas dorados.
En el centro un marco a tres lados, con lienzo de fondo en el que se representa Jerusalén con sus murallas.
El Cristo, símbolo de la Pasión. Cruz triunfante, de bulto y fondo de pincel. La hechura rústica, su rostro y cabeza, su tronco y piernas rectas, solo los pies cruzados para ser fijados con un solo clavo nos remite a su ubicación en fechas anteriores al siglo XVII por su rusticidad. Las desproporciones entre brazos, piernas y tronco son las propias utilizadas para compensar las deformaciones que provoca la visión de una talla ubicada en lo alto, quizás exageradas.
Las pilastras laterales se rematan con un nuevo entablamento sin friso y de menor tamaño en su parte superior que le da mayor realce al conjunto y potencia la sensación de altura. En la zona central y como remate un escudo flanqueado con grandes hojas doradas como orla que le confieren riqueza. En el centro del escudo un cordero pascual sobre un cojín. Símbolo de la eucaristía, de la liberación judía y festiva, pues los judíos en los banquetes comían sentados sobre cojines.
Sobre ellos una corona real y la bola del mundo rematada con una cruz. Reinado de Cristo sobre el orbe.
Este último tramo está rematado lateralmente con aletas también vegetales enroladas con dos pequeñas peanas donde parece faltar algún elemento de terminación.
El muro de la iglesia presenta en ambas esquinas dos pilastras de escasa altura rematadas con pequeñas ménsulas escalonadas que eran los arranques de un arco apuntado que enmarcaba (existen fotos donde aparece el arco) y complementaría el espacio existente entre el retablo y los muros laterales, ahora en blanco, que confirman la adecuación del retablo a este ábside cuadrado que configura la capilla mayor, característica en el arte Visigodo, en particular en San Pedro de la Nave. Se eleva el conjunto del retablo, altar y la eucaristía a la vista de los feligreses mediante una pequeña escalinata. Esta capilla es de menor anchura en el fondo que en la boca acentuando su profundidad al modo barroco de Borromini.

De todos modos es recomendable verlo.




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