TEJA PAJARERA, REMATE DE TEJADO
Paseando por nuestras calles, y
especialmente en los pueblos, podemos ver en los extremos de los tejados, ya se
trate de a dos aguas, a tres o a cuatro, que en los extremos del caballete,
o fila maciza de teja que cierra los faldones en su parte alta, hay una pieza
de teja singular, de diferentes formas, que remata el vértice y personaliza,
adorna e identifica a su autor a modo de firma.
Preguntando a muchos de los
albañiles de mayor edad, todos coinciden en apreciar que es una manera de terminar el tejado, como autor, por parte del oficial que lo ejecuta, de una
forma visible desde el suelo. Así, cada alarife
tiende a hacer una figura distinta, algunos parecidos, imitando el realizado por
sus ascendientes, y otros muy distintos para distinguir, con cariño, y cierta
elegancia, el tejado, como lo haría una
flor en la pamela, o una pluma en un
sombrero de una mujer u hombre.
Casi siempre realizados con
fragmentos de la propia teja árabe,
cortada con tenaza o alicate, o en la actualidad con máquina radial eléctrica,
permitiendo ésta mayor virtuosismo y complejidad en sus formas. La más común es
un fragmento de teja insertado en el
mortero que hace macizo el extremo de la pieza del caballete, apretando el
mortero, reduciendo la posibilidad de que se fisure, ocultando el color pajizo
o gris del mortero que destaca en exceso en el conjunto de la cubierta. Curvada
hacia arriba, permite que las aves se posen sobre ellas. Pájaros comunes en
estos entornos, gorriones, pardales, palomas, tordos, aviones, incluso las cada
día más escasas golondrinas, conformando escenas de gran fotogenia.
Otras formas menos comunes pero
también abundantes son la lengua de serpiente. El fragmento de teja se divide
en su extremo exterior como lo hace el de una serpiente bífida. Otro remate
está formado por dos fragmentos semejantes de teja unidos por su zona cóncava,
generando un óvalo apuntado, elevado su extremo exterior simulando un ave o
medio corazón. Más complejos se
construyen remates con dos tejas contrapuestas generando un hueco entre ellas,
visible desde la calle, desde donde sale la lengua de la serpiente, cortando
los lados de la teja superior simulando sus ojos. Este remate nos recuerda las
figuras de animales de los tejados chinos.
Formas más complejas como torres
a modo de castillo de naipes son ejecutadas sobre la cumbrera, estilizando su aspecto. Pero si queremos remontarnos a la antigüedad tenemos que recordar las
antefijas de los templos clásicos griegos y romanos, que adornaban los aleros y
hastiales, incluso las acróteras, pedestal que permitía colocar estatuas, ambos
para ornamental y realzar las cubiertas, y con ellas los bellos templos.
Sirva este comentario para
elogiar el cuidado, cariño y gusto que estos albañiles ponen en estos remates y
que manifiestan con ellos el concedido a toda la cubierta.
Añado algunas de las piezas de
remate diseñadas en las últimas décadas y que sustituyen a estos artesanales,
delicados y artísticos remates.
Fotografías del autor, la red, y de catálogos de fabricantes. Mazarrón. La Oliva y Jorge Fernández.
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