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lunes, 29 de abril de 2013

BODEGAS DE SANZOLES CAPITULO 1º


BODEGAS DE SANZOLES.


Las bodegas más tradicionales en la Tierra del Vino, y en particular en Sanzoles son la que se ubican en las afueras del pueblo, agrupadas en barrios y excavadas en lomas orientadas preferentemente al norte, evitando el sol y el calor.
Al exterior se manifiestan con una portada,  en la que destaca la puerta de acceso, y delante de ella una zona despejada que permitía la carga y descarga.
Frente a esta portada, y sobre el lomo de tierra se descubre la zarcera o “cercera” nombre empleado en la localidad.
 
 Sanzoles.


Como construcción tradicional, realizada casi siempre por los maestros de obras locales o los propios lugareños ayudados por canteros, destaca su adaptación al medio y a los materiales disponibles en el entorno.
Así, en localidades próximas vemos portadas de ladrillo o mampostería, pero en Sanzoles, hasta los años ochenta, predominaban las de sillería, en ocasiones alternada con mampuestos, todo de piedra arenisca extraída de las canteras todavía existentes en el cerro situado al norte que denominamos Las Llaves.




La fachada de una bodega tradicional es simétrica, con un umbral, marcado por un peldaño que elevado sobre el terreno exterior impide la entrada de agua de lluvia y asegura la puerta en la quicialera inferior impidiendo su apalancado.
A ambos lados dos machones sólidos, preferentemente de mayor anchura que la puerta, muro aplomado que delimita la bodega y contiene los posibles empujes de la zona posterior.
Sobre ellos el dintel, de una sola pieza, son muy escasos los adovelados, esta pieza es la mayor, de gran canto, 40 a 60cm  para soportar el peso superior y unir los dos machones dándole solidez al conjunto.
Sobre este dintel puede existir alguna hilada más de piedra pero generalmente se sitúa la cornisa. Piezas de remate, anchas que vuelan sobre el muro y proteger el conjunto escurriendo el agua de lluvia hasta el suelo sin empapar la pared. Tienen distintas formas pero siempre cumplen su función, mayor anchura y caída o goterón, de gran tamaño, y por tanto peso, para darle solidez y estabilidad al remate.
La piedra de sillería vista al exterior siempre está cepillada  y lisa. Por el contrario, al interior se mantiene el apiconado de la labra visto.
La entrada está delimitada a ambos lados por los árboles, piezas muchas veces monolíticas de gran tamaño, en otras ocasiones en tres piezas con una horizontal travesera que une y traba la puerta con las piezas de piedra contiguas. Estas jambas, a ambos lados de la entrada tienen el plano de la  mocheta, de unos 20cm, perpendicular plano de la fachada. El rebaje o retranqueo, rincón de unos 10cm en el que se apoya la puerta, y la caída, chaflán o abocinado hacia el interior que amplía el hueco permitiendo que la puerta abra más de la escuadra facilitando su escondido para no interrumpir el paso.
La puerta siempre era de madera, de una hoja, con ancho suficiente para el paso de los tinajones de barro o cubetos de madera de 12 cántaros los más comunes, con cerradura a la derecha y apertura a la izquierda preferentemente. Apoyada en la zona inferior con quicio unido a una escuadra de refuerzo realizada en hierro forjado. El canto de la puerta redondeado para facilitar el giro con el mayor ajuste a la jamba. En el suelo una pieza de hierro forjado cuadrada de 5 a 6cm de lado y 1cm de grueso, la quicialera. En la parte superior un cargadero de madera dura y casi siempre de encina, situado inmediatamente detrás del dintel, con una perforación o taladro de 8 a 10cm de diámetro y las mismas dimensiones de profundidad, en el que se introduce  el larguero de la puerta, también cilíndrico que permite el ajuste y  el giro. Sobre este cargadero otro posterior de refuerzo y fábrica de mampostería encima que actúa de lastre para evitar que se desplace o levante.
 Cargadero de puerta.
La hoja estaba construída con dos largueros verticales  y tres traveseros horizontales, el superior, el inferior y uno intermedio, ensamblados con caja y espiga o a media madera, sobre ellos las tablas y contratablas, las primeras encajadas en los largueros, a media madera o con caja y espiga, las contratablas sobre ellas, en relieve a matajunta, permitiendo la dilatación de la madera sin desencajarse, fijada cada una de ellas con dos clavos de foja sobre cada travesero.
La puerta debe tener ventilación, una zona abierta en la zona alta enrejada generalmente en vertical, algunas veces con barrote horizontal, de hierro o de la misma madera con un nuevo travesero. En la zona baja, cuando se emplea para almacenar alimentos se disponía una gatera para controlar los roedores. Estos huecos facilitan la entrada de aire y la regulación de la humedad ambiente del interior de la bodega.
Entrala.
 La Boveda.

Por último la cerradura, de forja, de gran tamaño con llave proporcionada, importante cerrojo pasador que corre hacia la jamba de la puerta y se introduce en el rebaje de la piedra, asegurando el punto de fijación con una pletina vertical de forja que evita que el pasador desgaste la piedra arenisca y adquiera excesiva holgura. La cerradura colocada adosada por la parte interior, con seguro que impide el retroceso del cerrojo sin la introducción de la llave.
Sobre la portada protegiendo la entrada, cuando la bodega está excavada en ladera, se configura un cerro. Tapado el techo con rollizos encina,  álamo o negrillo o piedras colocadas a dos aguas, se rellena con tierra, preferentemente arcillosa que con ligera humedad se expande y hace impermeable. Cuando la parte posterior está al mismo nivel que la puerta se cubre con cubierta, realizada con losas pesadas, en ocasiones de pizarra que protegen y vierten el agua a ambos lados de la bodega hacia las zonas de desagüe.
 El Perdigón.
 Jambrina.



Es la voluntad del autor de esta breve reseña la estima de las bodegas actuales por parte de sus propietarios y  vecinos y el respeto hacia estas construcciones que aun cambiando de uso, deberían permanecer con idéntico aspecto, evitando todas aquellas intervenciones y usos de  materiales modernos, ajenos y estridentes que desfiguran y empobrecen hasta destruir un patrimonio popular y tradicional que demostraba la riqueza y saber hacer en la elaboración de vino.
 ¿Qué dirían nuestros abuelos si vieran lo que estamos haciendo con las bodegas?.                                       




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