LA CONSTRUCCIÓN DE BODEGAS TRADICIONALES. CAPITULO 2.
LA ESCALERA.
Abierta la puerta de la bodega, lo más común es disponer de un espacio de descanso, zona llana antes de la escalera que permite encender el elemento de iluminación para bajar, vela, carburo lámpara de petróleo,... además de adecuar la vista al cambio brusco de luz antes de empezar a descender o posteriormente en la salida. Las más antiguas sin barandillas o agarraderos para ayudarse.
De escasa anchura, de 1 a 1,30 m. con algunas oquedades para dejar pequeños utensilios a mano a uno o ambos lados.
Cubierta esta entrada con madera o piedra, se une con la escalera con peldaños en general poco descansados, la medida más común es de 30/33cm de pisa y de 20 a 22cm de tabica. Talladas en la misma roca con ligera pendiente que permite el escurrido de los líquidos que se vierten al subir o bajar recipientes llenos, llegando a formar regateras, desgastados en la zona de pisadas. Las escaleras tienen un número muy diverso de peldaños, los necesarios para descender por el cañón hasta el denominado cuerpo de la bodega, parte de mayor anchura donde se ubican los recipientes y se realizan las labores.
El techo de de estos espacios inicio de la escalera descendente hasta que se adentran bajo la roca virgen suele ejecutarse de cuatro maneras fundamentalmente. La más sencilla sería con palos o maderos de mayor o menor grueso adosados unos a otros, muchas veces sin pelar la corteza, que hacen de encofrado y soporte de la piedra y tierra de tapa que la cubre.
También pueden estar colocadas varias filas a ambos lados salientes por aproximación con una pieza plana grande de tapadera.
La tercera, la más utilizada consiste en apoyar sobre las dos mesetas laterales de la escalera dos sillares alargados uno contra otro formando ángulo de 90º en el vértice o aproximándose a él, con el apoyo inferior y el encuentro superior achaflanados en junta vertical para dificultar la entrada de agua. Piedras pareadas que conforman un techo triangular, hasta que descendiendo entramos en la zona de piedra natural en el que el techo se redondea sustentándose por el natural efecto de arco.
La última solución, la más rica y escasa, consiste en la realización de una bóveda de medio punto con dos salmeres, dos dovelas y la clave, consiguiendo un techo semicircular o bóveda de cañón inclinada con la pendiente del tiro de la escalera.
Por supuesto el empleo de losas de hormigón, viguetas de forjado y bovedillas u otros procedimientos, si bien pueden resolver el problema (teniendo en cuenta las importantes cargas que en ocasiones soportan), modifican el aspecto original y tradicional de estas construcciones de forma importante.
En una misma puerta podemos encontrar en el descenso dos o más bodegas, generalmente construidas por una misma familia que pasa a distintos propietarios con la colocación de nuevas puertas y sus llaves independientes.
Esta forma de cubrir galerías o espacios angostos la identificamos por primera vez en la construcción etrusca, en Italia en el siglo VII al V a.c. Encontramos en esta cultura antecesora de la romana, edificios funerarios con puertas y agrupación de las mismas que se asemejan mucho a las actuales bodegas.
En planos de planta y sección vemos como aquellas construcciones funerarias tienen la misma estructura, e incluso ventilación que muchas bodegas enterradas.
Artesa en Corneto en Volumnii, Perugia (Italia).
Imágenes de Francisco Ortega Andrade (Arcos, bovedas y techos en la construcción etrusca). Actas del segundo congreso nacional de historia de la construcción. CEHOPU, Madrid 1996.
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